6. Epistemologías críticas feministas

Genealogías e historia(s) de los feminismos en Chubut. Notas para una epistemología sureñísima

  • Paz Escobar (INSHIS-Universidad Nacional de la Patagonia)
  • Rebeca Sotelo (INSHIS-Universidad Nacional de la Patagonia)
Resumen

Atendiendo a las especificidades socio-políticas contemporáneas en las que el feminismo ha demostrado ser un movimiento social dinámico, que ha permeado las agendas sociales, estatales y comunicacionales, proponemos un estudio situado y genealógico que historice los feminismos en Chubut (Patagonia-Argentina). Proponemos reconstruir su genealogía en clave rizomática, intentando trascender las lecturas lineales, incluyendo diferentes escalas temporales y espaciales para el análisis de su surgimiento y devenir, enfatizando la diversidad de deseos e intereses que nutren y tensionan una praxis colectiva en permanente transformación. El estudio, sistematización y contextualización de experiencias feministas, puestas en diálogo con epistemologías y teorías feministas, estudios de género y sexualidades, permiten construir una base de conocimiento necesario para releer trabajos historiográficos regionales producidos con anterioridad y formular nuevas investigaciones y propuestas educativas desde una mirada transdisciplinar y crítica de las ciencias sociales.
Para emprender esta tarea es necesario que las preguntas y puntos de partidas de este tipo de pesquisas, comiencen antes de la cuestión de qué se quiere conocer. Debemos comenzar por un “pensar epistémico” en los términos de Hugo Zemelman (2001), o, en otras palabras: asumir una perspectiva feminista implica preguntas de orden epistemológico en torno al conocimiento: ¿quién conoce? ¿cómo se conoce? ¿para qué se conoce? ¿desde qué posición corpo-geo-políticamente situada se conoce?
Sostenemos que los feminismos, entendidos como praxis (es decir una teoría informada por la práctica y viceversa) permiten historizar y explicitar los lugares de enunciación. Sus aportes más incisivos tienen que ver con discutir las posiciones clásicas y hegemónicas que postulan un sólo método “correcto”, con una voz invisible, una racionalidad -entendida en términos euro-anglocéntricos-, una (que aparece como “la”) objetividad y la (supuesta) neutralidad como características del conocimiento científico. Adherimos aquí a la síntesis que logra Donna Haraway al enunciar que "la teoría no es algo distante del cuerpo vivido; sino al contrario. La teoría es cualquier cosa menos desencarnada” (1999). Siguiendo a ésta y otras epistemólogas feministas abogamos por una ciencia y una epistemología que no se origine en el mismo lugar que el poder, como ocurre hoy. En síntesis, entendemos que unas filosofías y unas ciencias socialmente relevantes son aquellas que se “hacen cargo” del papel que juegan en las relaciones sociales de su tiempo (Harding, 2012).
Un aspecto fundamental que queremos desarrollar en el trabajo aquí propuesto es – en base a investigaciones ya realizadas situadamente, teórica y territorialmente hablando- afirmar que nuestra perspectiva se inscribe en una epistemología del Sur en una doble acepción por nuestra posición geopolítica doblemente periferizada: es decir una Epistemología sureñisima. Ésta entendida tal como lo plantea val flores: “como herramienta política para desmantelar la centralidad de los discursos escotómicos de la modernidad, revertir la marginalidad epistémica de las producciones locales, incitando al desmontaje de aquellos binarismos que dividen entre centro-periferia, activismo-producción teórica, canon-contracanon, occidental-no occidental “(2016: 237)
Reconocer la posición desde la que se enuncia y se habla, pero también desde el que se reflexiona y se escribe, se vive y se experimenta es una de las alertas que nos proporciona la teoría feminista. Para Adrienne Rich (1984) el propio cuerpo constituye el primer territorio desde el cual situarse; “la geografía más cercana” que permite ponderar la propia experiencia atenta a los condicionantes de género, racialización y clase. A esto Rich lo lo denominó como política de la ubicación.
La construcción de una escritura feminista del cuerpo también es una de las búsquedas que ha emprendido Donna Haraway (1991) hace ya varias décadas, para combatir la noción canónica de objetividad que permea todavía grandes áreas pensamiento y conocimiento científico. Para esta autora fundamental recuperar metafóricamente el sentido de la vista, si lo que se quiere es nombrar dónde se está (y dónde no) en términos teórico políticos, pero también físicos. En los marcos del quehacer científico, “ver bien” es reconocer y hacer consciente que los conocimientos son parciales, localizables, situados y corporizados. Así tendría lugar una práctica de la objetividad feminista que favorezca la deconstrucción, las contestaciones y las conexiones de puntos de vista, en pos de transformar las maneras de ver y los sistemas de conocimiento. Asumir la parcialidad, reconocerla, habilita una serie de conexiones y aperturas que sólo los conocimientos situados hacen posible y allana el camino en la tarea de edificación permanente de una epistemología de la localización, del posicionamiento “en la que la parcialidad y no la universalidad es la condición (...)” (Haraway, 1991: 335).
Esto, sin embargo, no implica asumir la afirmación posmoderna del “fin de los grandes relatos”, sino la necesidad de “desandar los caminos tortuosos de la colonialidad del poder/saber” y generar un modo “periférico”, “lateral” y “excentrado” de producción del pensamiento (Grüner, 2011: 56-57), opuesto a una “falsa totalidad” basada en la centralidad de la narrativa moderna occidental dominante. Esto último implica socavar la idea de que existe una escala fundamental que funciona como patrón y determina la irrelevancia de otras escalas y ubicaciones posibles.
Desde tal posición, proponemos, la búsqueda de conocimientos y criterios de validez que den cuenta de las experiencias, saberes y prácticas cognitivas de grupos históricamente oprimidos y subalternizados. Porque creemos que un estudio situado de las genealogías feministas permite la construcción de (an)archivos, poéticas, narrativas que mantengan “viva” las experiencias políticas y valiosas producidas en los “márgenes”. “Estar al margen es ser parte del todo, pero fuera del cuerpo principal” como señala bell hooks (2020: 23), pero sobre todo ella remarca la importancia de poner las experiencias de subalternidad, resistencia y explotación en relación directa con explicaciones históricas globales que atienden a las condiciones estructurales del sistema de dominación.
Fundamentalmente a partir de conversaciones, entendidas como narrativas co-construidas, trataremos de rastrear distintas corrientes feministas que están presentes en el territorio chubutense desde los 80' para cartografiar las convergencias y divergencias entre ellas, indagando acerca de cómo los feminismos modificaron la vida de esas personas; de sus comunidades y de los lugares/instituciones de pertenencia. A su vez compararemos los activismos situados en Chubut con algunos de los lineamientos generales emergentes de los “feminismos nacionales” para analizar sus especificidades, inquiriendo además con qué otras experiencias de lucha se entroncan en esta provincia. Esto permitirá, en un segundo momento, contribuir a problematizar las categorías historia regional-historia nacional e impugnar narrativas hegemónicas -o con mayor difusión y alcance- sobre el movimiento feminista en Argentina.
Entendemos que proyectos de estas características permiten poner en diálogo crítico saberes producidos en diferentes coordenadas espaciales y temporales y ser interpelados desde nuestra realidad, produciendo claves interpretativas asentadas en la memoria y el reconocimiento de experiencias locales y regionales en su multiplicidad, diversidad y complejidad. Todo ello nos permitirá abonar una mayor complejización y descentramiento de epistemologías feministas que sean, potencialmente, herramientas efectivas de ampliación de la imaginación política y de prácticas emancipatorias.