“La relación asimétrica entre hombres y mujeres en los ambientes productivos en Zinacatán, Chiapas; México”
- López Gómez, Patricia ( Doctorante de el Colegio de la Frontera Sur)
- Martínez Ortega, Juan Iván ( Académico de el Colegio de la Frontera Sur)
De acuerdo con Bourdieu (1998) considera que el origen de la relación asimétrica entre hombres y mujeres parte del significado social que se le ha dado al órgano sexual, en este sentido argumenta que todo parte de la diferencia de los órganos genitales que culturalmente el de los hombres se le ha otorgado mayor significado que la parte íntima de las mujeres, a partir de esto se determina la función y el rol que se le asigna a los seres humanos. Por consecuencia, Bourdieu señala que “el hombre y la mujer son vistos como dos variantes, superior e inferior” (Bourdieu, 1998, p. 28).
En este sentido, quienes hacemos ciencias sociales, solemos preguntarnos cuál es nuestra relación con el tema que planteamos investigar; en mi caso me he cuestionado mi posición social como mujer e indígena, pues en mi contexto comunitario a muy temprana edad nos relacionan principalmente con las actividades domésticas, elaboración de alimentos, cuidado de los hermanos, entre otros oficios que culturalmente son considerados para las mujeres. A diferencia de los varones, quienes realizan actividades distintas, pues a ellos se les concede la jefatura del hogar, se les permite heredar el patrimonio, trabajar, estudiar, salir a reuniones en la comunidad, hacen servicios comunitarios y participan en la organización política del municipio. Esta división de actividades y roles por género son naturalizadas y forman parte de las normas sociales que no se cuestionan.
Hechos como los anteriores no son particulares de mi persona y de mi comunidad sino que conectan con la situación de otras mujeres de los municipios indígenas de los Altos de Chiapas e incluso en el contexto nacional e internacional, pero se agudiza más en los espacios rurales indígenas donde por los sistemas normativos de los pueblos originarios que suelen llamarse “usos y costumbres” respaldado en el artículo 2 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos fracción A, en el que se reconoce y garantiza la libre determinación y autonomía de los pueblos y comunidades indígenas en su organización social, política, económica y cultural; aún está muy arraigado la división sexual de trabajo.
Estas prácticas culturales generan altas brechas de desigualdad social entre hombres y mujeres, como lo señalan López, Ocampo y Gómez (2021, p.1) las “condiciones sociales, económicas y culturales de los espacios rurales indígenas generan diversas inequidades (…) dichas condiciones en gran medida influyen en las formas de existencia de las mujeres, quienes históricamente han tenido menos oportunidades y derechos que los hombres”.
Es así que las mujeres han estado en una posición de desventaja porque al tener menos posibilidades de estudiar-trabajar, experimentan una dependencia económica familiar acotándose las posibilidades de potencializar sus capacidades humanas. Este esquema de formación se ha reproducido de manera generacional y es difícil resignificar porque forma parte de la cultura de los habitantes “la cultura se puede entender, aproximadamente, como el conjunto de valores, costumbres, creencias y prácticas que constituyen la forma de vida de un grupo específico” (Eagleton, 2000, p.58). Dichas prácticas culturales generan desigualdad en los senos familiares y también se reproducen en el territorio, “tales desigualdades restringen la calidad de vida de las mujeres, afectan las oportunidades de desarrollo de las localidades” (Cortínez, 2016, p. 4); ello resulta un obstáculo para los procesos de desarrollo territorial, entendido éste como aquel proceso que contribuye a "crear un entorno favorable para consolidar las iniciativas económicas locales, incentivar el capital social, conservar o crear una cultura de territorio (Sánchez, 2006, p. 87; citado por Peroni, 2013, p. 84), así como a privilegiar o crear una lógica horizontal de construcción del mismo.
En ese sentido, las mujeres han encontrado en las actividades productivas un área de oportunidad para potencializar sus capacidades humanas y una vía alternativa para la inserción laboral. Es el caso de las mujeres indígenas del municipio de Zinacantán, perteneciente a la región Altos del estado de Chiapas, México; la mayoría de ellas se ocupa en la comercialización de artesanías, actividad que les ha dado la oportunidad de generar ingresos y, gracias a ello, realizan una aportación económica en el hogar, lo que les otorga una posición diferente en su contexto cultural, como lo señala López (2022, p.129) que las mujeres al convertir la producción de artesanías “en una actividad que genera ingresos ha ido transformando gradualmente su papel en el territorio y los hombres han ido poco a poco aceptando y reconociendo el trabajo y la capacidad de las mujeres para generar ingresos”.
No obstante, aún hay espacios productos donde por mandatos de género las mujeres no tienen liderazgo, cuando estudié la maestría en Desarrollo Local, hice mi investigación sobre la reconfiguración de las relaciones de género en la cabecera municipal de Zinacantán, a partir de dos actividades productivas: venta de artesanías y alimentos. En este caminar académico, me di cuenta que las mujeres además de los trabajos domésticos, crianza de los hijos y elaboración de artesanías; también apoyan a sus parejas en la producción de flores (las que son parejas de floricultores) pero no tienen liderazgo en ese sector productivo y los hombres son los dueños de los invernaderos. En este sentido, el trabajo femenino es “invisible y desvalorizado: gran parte de las actividades económicas de las mujeres en los territorios han sido históricamente consideradas como ayuda - al alero - de un productor principal o representadas como iniciativas de subsistencia” (Cortínez, 2016: 16).
Por lo anterior, surge el proyecto de investigación que se presentó para ingresar al programa de Doctorado en Ciencias en Ecología y Desarrollo Sustentable, en el Colegio de la Frontera Sur, dentro de la línea de investigación “Espacio, Sociedad y Cultura”, que plantea indagar los factores sociales, económicas y culturales que limitan el protagonismo de las mujeres en la producción de flores, por qué únicamente los hombres son dueños de los invernaderos y de qué manera se retribuye la colaboración de las mujeres en este sector productivo.
Por ello, el objetivo de la presente ponencia es presentar elementos teóricos que expliquen el origen de las relaciones asimétricas de género y la forma en que se vive en las comunidades indígenas de la región Altos de Chiapas, en particular el municipio de Zinacantán.