Políticas de control de los cuerpos y regulación de la población centradas en el ámbito de la sexualidad y el género. La cisheterosexualidad compulsiva y obligatoria a través del estudio de la policía de la provincia de Buenos Aires y sus implicancias geoplanerarias.
- Ana Cecilia Solari Paz (Egresada del Profesorado en Historia, investigadora CISH-IdIHCS/UNLP, maestranda en la Maestría de Historia y Memoria de la FaHCE/UNLP)
El patriarcado hacia fines del siglo XIX impuso una nueva racionalidad gubernamental implementando un conjunto de políticas con un alto contenido de control social. Ideas, enmarcadas en un pensamiento biopolítico, que han justificado diversas formas de intervención y control sobre los cuerpos individuales y sobre la población (Miranda, 2011:24), fundamentales en la configuración de relaciones de dominación en el mundo occidental. Esta racionalidad técnica implica una conducción eficaz de la conducta de otros para el logro de ciertos fines, estrategias que han de aplicarse razonadamente para lograr que las personas se comporten conforme a esos objetivos, y un cálculo adecuado para elegir e implementar esas estrategias. Estas tecnologías producen modos de existencia y, a través de ellas, los individuos y colectivos se subjetivan, adquieren una experiencia concreta del mundo. El propósito es, por tanto, la autorregulación de los sujetos: lograr que los gobernados hagan coincidir sus propios deseos, esperanzas, decisiones, necesidades y estilos de vida con objetivos gubernamentales fijados de antemano. Donde la libertad forma parte de una tecnología de conducción de la conducta, en una lógica donde no se trata simplemente de dominar a otros por la fuerza, sino de dirigir su conducta de un modo eficaz y con su consentimiento, lo cual presupone necesariamente la libertad de éstos, donde se crean unas "condiciones de aceptabilidad" en donde los sujetos se experimentan a sí mismos como libres, aunque los objetivos de su conducta sean puestos por otros. Por eso las tecnologías políticas no buscan "obligar" a que otros se comporten de cierto modo (y en contra de su voluntad), sino hacer que esa conducta sea vista por los gobernados mismos como buena, digna, honorable y, por encima de todo, como propia, como proveniente de su libertad (Castro Gómez, 2010:13).
Para conocer y administrar las distintas manifestaciones de la vida (natalidad, reproducción, sexualidad, género, etc.), los estados modernos promovieron la consolidación de grupos de expertos, la aprobación de una legislación al respecto y la creación de instituciones que aseguraran el funcionamiento de las nuevas políticas y reprimieran el desacato, fijando los límites de lo aceptable, una media considerada como óptima para un funcionamiento social dado. La psiquiatría, el derecho, la familia, la escuela y la policía operaron como tecnologías de poder.
La policía, por encargue de ese poder, normaliza y regula las conductas individuales, de cara a la sociedad y puertas adentro de la institución; al mismo tiempo, interviene para gestionar la vida del conjunto de la población (Galeano, 2007:206). Para decirlo de otra manera, la gubernamentalidad cuenta con la policía para controlar y vigilar el cumplimiento de las normas, entre ellas la moralidad y las buenas costumbres. Esta tecnología de poder le sirve para garantizar esa supuesta "seguridad" mediante la aplicación de una represión suave y continua, manteniendo la criminalidad dentro de los límites social y económicamente aceptables. Pero cuando detecta que esa "seguridad" entra en riesgo, es decir, cuando siente que se está superando el límite de lo aceptable aplica una represión severa y rigurosa, de tipo ejemplificadora y discontinua.
En esta investigación me propongo revisar documentos policiales desde una perspectiva histórica y sexo genero disidente, para identificar discursos que den cuenta de ese doble control: sobre los cuerpos individuales, por medio del control, disciplinamiento, vigilancia y represión, pensando en la importancia de la identificación y su registro en archivos, la centralización de la información y el uso de la estadística, herramientas que permiten un control regulador de la poblacional, que sirven para medir a la sociedad al momento de aplicar determinadas políticas, pudiendo así delimitar lo controlable y lo peligroso y, de esa forma, garantizar esa “seguridad”.
La fuente que voy a utilizar para esta investigación es el archivo DIPPBA. Contiene documentación policial que pertenece a un área de la Policía de la provincia de Buenos Aires dedicada a hacer inteligencia, área que al momento de cerrarse su archivo (1998) tenía rango de Dirección provincial, por eso su nombre: Dirección de Inteligencia de la Policía de provincia de Buenos Aires o DIPPBA. Este archivo es provincial y es el único abierto a la comunidad. El resto de los archivos policiales jurisdiccionales, regionales, zonales y provinciales de la Policía de la provincia permanecen cerrados al público. Esta área -creada en 1957-, junto con Seguridad (1880) e Investigaciones (1936) formaban parte del agrupamiento Comando, encargadas de controlar, disciplinar, vigilar, perseguir y reprimir a quien subvirtiera la norma.
Una de las particularidades del archivo DIPPBA es que la documentación que contiene abarca un amplio rango temporal: más de cien años. Constituye una fuente clave para pensar en las ideas que han justificado diversas formas de control de las sexualidades, los cuerpos e identidades de manera individual y colectiva. Un análisis diacrónico permitirá comprender más en profundidad ciertas lógicas de violencia estatal, los posibles cambios y/o continuidades, así como también, medir su intensidad a lo largo del tiempo.
Mediante una aproximación metodológica que implica un diálogo con los documentos, este trabajo tiene como objetivo poder ver qué especificidades implicó el control hacia las disidencias sexo genéricas. ¿La policía como un campo de análisis que nos revela? ¿Qué marcas hay en el archivo DIPPBA que me permitan identificar ese control de la sexualidad y el género?
El análisis desde ese doble control, individual y poblacional, servirá en algún punto para poner en cuestión la hipotesis de Insausti, quien sostiene que durante la última dictadura la persecución y detención de maricas y homosexuales no buscaba el asesinato masivo de los contraventores, sino el disciplinamiento de la sexualidad y la exclusión de los infractores del espacio público. Esta forma de análisis permitirá advertir si hubo otros sentidos y objetivos en el ejercicio de la violencia a las disidencias sexo genéricas durante la última dictadura.